sábado, 18 de julio de 2009

¿CÓMO EDUCAR CRISTIANAMENTE A MIS HIJOS?















Expositor: José Rousselin

San Salvador, 25 de julio de 2,009


Proverbios 22:6: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”

NTRODUCCIÓN

Ahora las condiciones de vida son totalmente diferentes a como han sido en épocas anteriores. Los roles de padre y madre, se apartan de estereotipos antes definidos y aceptados. En época de nuestros padres, las funciones de cada uno eran fijas e inamovibles. Además, como no había tanta inseguridad y todo era “más sano”, el círculo de relaciones era más amplio, los vecinos se conocían, los compañeros de colegio se frecuentaban en casa y compartían bastante tiempo, se podía salir más, en fin eran tiempos diferentes… Se podía acampar, hacer caminatas, excursiones y fiestas.

Podía trasladarse de noche y de madrugada, por casi todas partes.

En la actualidad, las drogas, los vicios, la inmoralidad, la inseguridad, la violencia, la perversión, las enfermedades; afectan a todo el país, provocando por razones obvias, ciertos comportamientos defensivos para cuidar a los nuestros y todo esto ha permitido pensar que, independientemente de las razones que lo provoquen, es mejor acercarse a Dios.

Ahora existen muchas más opciones de culto religioso, muchos más templos y lugares para congregarnos y aliviarnos de los problemas cotidianos, por medio de alcanzar un mayor nivel espiritual.

Por otra parte, por lo agitado de la vida, la competencia o las ocupaciones; tenemos la tendencia de delegar sin responsabilidad la educación de nuestros hijos, lo que está provocando problemas graves en ellos y en nosotros. El padre delega sus responsabilidades de guía en la casa, en el colegio y en la iglesia; esperando que ellos cubran las enseñanzas morales, académicas e intelectuales y espirituales, respectivamente. Esto es un grave error, ya que hay cosas que a la luz de la Palabra de Dios son indelegables e incuestionables:

Jesús nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios (Apocalipsis 1:6).

El varón es cabeza de la mujer (1ª Corintios 11:3).

El hombre debe por consecuencia guiar y dirigir a su familia como sacerdote y como rey.

La situación se agrava cuando creyendo que pagar por esa instrucción es lo correcto, se empieza a reclamar el comportamiento o resultados de la “educación” de nuestros hijos. “Te tengo en el mejor colegio y sos un bruto…”, “Cómo

podés vivir en la Iglesia y ser tan malo…”, “Mirá todo lo que gasto en ustedes y no veo resultados…” “En mi época mi padre no me hubiera permitido eso…” estas son frases comunes que demuestran decepción.

Por todo lo anterior surge la pregunta de ¿Qué puedo hacer como padre para asegurar la educación cristiana de mis hijos considerando que los tiempos actuales no son buenos?

Para no angustiarse, piense en lo siguiente: en primer lugar, centrarse en las diferencias entre los tiempos no es bueno, dice el Señor en Eclesiastés 7:10: “Nunca digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos?

Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría”. Dios es nuevo cada día, así como Sus misericordias.

En segundo lugar, los hijos son herencia de Dios, quiere decir que si usted reposa en Él, serán bendecidos y guardados.

Es importante entender finalmente, que el trato de Dios con cada uno es personal y directo, “Dios no tiene nietos”, pero si tiene establecido lo que un padre debe hacer para criar a sus hijos de acuerdo a lo esperado por Dios.

¿CÓMO DEBO ACTUAR?

Ciertamente, Dios espera que tengamos una relación con Él, lo que no implica necesariamente que participemos de alguna denominación o religión; el papel esperado de un padre y una madre, no debe cambiar por la asistencia regular o la no participación familiar a una iglesia determinada. La responsabilidad es la misma.

Ni ser más sociables, ni aislarse más, ni ser más rígido o más tolerante, ni siquiera el permanecer en una iglesia todo el tiempo puede garantizar la salvación. No es así, ni nunca lo fue. Considere los siguientes ejemplos:

Adán y sus hijos Caín y Abel. En ese tiempo no habían iglesias, ni vecinos y ya usted conoce lo sucedido.

Abraham y sus hijos Isaac e Ismael. Los dos fueron bendecidos por Dios pero en condiciones diferentes.

José “el Soñador” alcanzó reconocimiento y autoridad en tierra extraña.

Samuel hijo de Ana. Fue entregado al Sacerdote de acuerdo a la promesa de su madre.

Los hijos de Elí, el Sumo Sacerdote, eran impíos a pesar de quién era su padre.

Daniel habitando en Babilonia y manteniéndose firme en Dios a pesar de su edad.

Puede apreciarse entonces, que los tiempos pasados no fueron tan diferentes a los actuales, quizás sólo han cambiado las condiciones. Con iglesia o sin iglesia, con un gran colegio o sin él, la calidad de vida no está asegurada.

En la actualidad la lista de ejemplos es inmensamente mayor, pero basten dos ejemplos de hijos de fieles practicantes, para que usted, sin asustarse reconozca que al final, la crianza de los hijos no depende de lo cercano o alejado que esté de la iglesia: Katy Perry, lesbiana hija de dos pastores y Marilyn Manson hijo de padre católico y madre episcopaliana.

Probablemente muy exitosos y adinerados desde la óptica del mundo, pero, ¿los quisiera usted como hijos suyos?

Si analiza los diferentes ejemplos mencionados, se dará cuenta que la diferencia está en la actitud del corazón del hijo, podrá apreciar que el padre únicamente puede y es obligatorio que ponga la semilla, pero es el corazón del hijo la tierra en la que caerá. El padre no podrá garantizar la salvación ni la instrucción moral y de valores de su hijo, pero si debe asegurarse que su hijo conozca el camino a seguir. Orientarlo en lo que Dios espera y confiar en la decisión del hijo guiado por Dios. Debe ser su ejemplo.

Si hay tanto problema, ¿será entonces que Dios no definió exactamente lo que esperaba de nosotros como padres?

¡DIOS MÍO!, ¿CÓMO CRÍO A MIS HIJOS?

Aunque parezca extraño el mismo sol produce reacciones diferentes y aun opuestas sobre diferentes substancias. Por ejemplo, endurece la arcilla pero derrite el hielo; promueve la salud en los seres humanos pero mata a los gérmenes; broncea o quema nuestra piel pero blanquea la tela blanca. El mismo principio se puede aplicar a los hijos. Los hijos pueden ser una fuerza magnética que une al matrimonio o un obstáculo que los separa.

Existen diferencias entre los padres en cuánto a los hijos: ¿Tener o no tener? ¿Cuándo tenerlos? ¿Cuántos hijos tener?

¿Cuál es la forma de crianza y disciplina adecuada? ¿Qué nivel de libertades otorgar a los hijos? ¿Cuándo delegar al hijo tareas y responsabilidades?

Muchos maridos y esposas, aun cristianos, chocan porque no tienen ninguna filosofía básica acerca de los hijos. La realidad es que nunca se han planteado esto: ¿Por qué queremos hijos? ¿Cuáles debieran ser nuestras metas para nuestros hijos? ¿Cuáles son las responsabilidades de nuestros hijos? ¿Cómo debemos criarlos? ¿Por qué actuamos de cierta forma con respecto a nuestros hijos?

No tienen metas, planes, estrategias o normas para guiarse en la crianza de sus hijos. El marido obra según su criterio y la esposa en base a lo que considera mejor. Y lo hacen así porque así lo sienten o porque sus padres actuaron así. No saben por qué hacen lo que hacen. No saben lo que tratan de lograr y no es de sorprenderse que tengan conflictos.

Muchos matrimonios cristianos podrían eliminar los conflictos más graves si en verdad tomaran a la Biblia como la autoridad final en cuanto a la crianza de sus hijos.

UNIFICANDO CRITERIOS

Dios ha dado en su Palabra claras directivas en cuanto a nuestras responsabilidades como padres. Nos ha delineado metas, planes, estrategias y normas con las que debemos guiarnos para criarlos. No necesita trabajar a oscuras; no necesita apoyarse en su propia prudencia o la de otros que se pueden equivocar en este asunto.

Uno de los versículos más profundos, instructivos y de apoyo en la Biblia sobre el tema de los hijos es Efesios 6.4. En él Dios dice: «Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor» En esas palabras, Dios presenta un programa muy amplio acerca de una filosofía básica para la crianza de los hijos. Habla sobre lo que no o sí se debe hacer y sobre cuáles deben ser nuestras metas, planes, estrategias, métodos y normas.

NO ES SÓLO PARA UNO, ¡ES PARA LOS DOS!

En Efesios 6.4 no debe pasar por alto que está dirigido al padre. La madre puede y debe estar activamente involucrada en la crianza de sus hijos. Éxodo 20.12 manda a los hijos honrar a sus padres y a sus madres. A los ojos de Dios la madre debe recibir honor al igual que el padre. Proverbios 1.8 indica la responsabilidad conjunta de la madre con el padre en este proceso de la crianza. Dice: «Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre».

Las Escrituras enseñan que las mujeres no sólo pueden, sino deben ocuparse de la crianza de sus hijos. No es una tarea exclusiva del padre.

El sentido común indica que sería imposible impedir que la madre participe en la crianza de sus hijos. Por lo general, los hijos pasan más tiempo con la madre que con el padre y oyen sus palabras y ven su ejemplo mucho más que el del padre.

Ella es la que más frecuentemente está disponible en los momentos que necesitan enseñanza. Por lo general, está presente cuando se levantan, cuando desayunan, cuando van a la escuela, cuando regresan al hogar, cuando juegan, cuando se lastiman, cuando lloran, cuando se ríen, y cuando se acuestan. Con frecuencia está presente cuando necesitan una reprimenda, instrucción y apreciación, aceptación y aliento. Generalmente es ella la que está a mano cuando están rebeldes, temerosos o afligidos.

La madre probablemente tiene más oportunidades y más directa influencia en la vida de los hijos que ninguna otra persona. Pensemos en la influencia y contribución de Ana en la vida de Samuel. El impacto que la madre de Santiago y

Juan tuvo en sus vidas. La influencia que tuvieron en la vida de Timoteo, Loida y Eunice. En un sentido real el antiguo proverbio: «La mano que mece la cuna rige al mundo» es verdad. Podemos estar seguros de que la madre no sólo debiera estar o tiene que estar, sino que es parte de la crianza de los hijos.

¿Por qué Pablo habla particularmente al padre en Efesios 6.4?

Quizá por el descuido repetitivo del padre

Una explicación puede ser que a menudo es el padre quien descuida esta responsabilidad. Muchos han transferido a sus esposas, a los colegios y a las iglesias la responsabilidad que le cabe a ellos en la crianza del niño. Su filosofía es que él ganará el dinero y proveerá para sus necesidades físicas. Ella cuidará de la casa y de los hijos. Él no esperará que ella haga la tarea que le corresponde a él, ni debe ella esperar que él se ocupe de la de ella. El colegio suplirá la instrucción y la iglesia cuidará su alma. Él provee.

En otros casos esto ha ocurrido por incumplimiento. Él se involucra en su trabajo, en la iglesia o en otra actividad de tal modo que no tiene «tiempo» para ayudar con los hijos. Casi nunca ve a sus niños, está muy poco en casa, y cuando está no quiere que lo molesten con detalles insignificantes. Piensa que tiene suficiente trabajo con los problemas que enfrenta en su trabajo o en la iglesia o en su partido de tenis sin tener que enfrentar las dificultades del hogar o del colegio.

Piensa que hay un límite a lo que un hombre puede tolerar. Esto no significa que se despreocupa, que no ama a sus hijos, sino que ningún hombre tiene ni el tiempo ni la energía para hacer todo. La esposa tiene suficiente tiempo para dedicarse

a esto y de todos modos se desempeña mejor en esta tarea que él.

Por la doctrina bíblica del hombre como cabeza del hogar

Probablemente, la razón principal de este enfoque es la doctrina de que el hombre es la cabeza del hogar, la responsabilidad recae sobre él. Después de Dios, él es responsable por la autoridad, guía, dirección, formación, disciplina, provisión y crianza de los hijos, y él tendrá que dar cuentas a Dios. Es el ejemplo que deberán seguir. No puede renunciar a esta obligación a menos que esté incapacitado por alguna enfermedad u otra dificultad.

Esto no significa que la madre quede desplazada. Tampoco implica que su papel carezca de importancia. Tres versículos en 1ª Timoteo 3 designan como jefe del hogar al padre (vs. 4, 5, 12). Esta designación es de tremenda importancia.

Un buen jefe conoce las habilidades, los recursos, las necesidades, el potencial, las debilidades, los problemas de las personas o negocio a su cargo. Un buen jefe sabe cómo utilizar las habilidades y recursos de su compañía. Sabe cómo resolver problemas, qué hacer para que las personas den lo mejor de sí, cómo alentar la iniciativa y la creatividad, cómo delegar responsabilidades. Un buen jefe no es un hombre que hace la tarea de otros diez, es el que ayuda a los otros diez

a realizar el mejor trabajo. No hace todo el trabajo por sí mismo, sino que procura la ayuda de otros. Tiene la responsabilidad de ver que el trabajo se haga, pero para lograrlo acepta toda la ayuda posible.

En el hogar el marido no debe descuidar su responsabilidad fundamental para con sus hijos. Asimismo, debe aprender cómo alentar, desplegar, conseguir, dirigir, y utilizar eficazmente todo recurso legítimo a su disposición para llevar a cabo el propósito de Dios para sus hijos. Esto incluye educación e instrucción moral, intelectual y espiritual, no puede delegarlas.

Dios le dio una esposa para ser su ayuda idónea, le provee dinero para ir a un buen colegio, le proporciona apoyo espiritual en una iglesia. Ellos pueden ser sus principales consejeros, a quienes recurrirá especialmente, sus asistentes principales. Él debe alentar la iniciativa y creatividad de su esposa, debe recibir con agrado sus sugerencias y consejos.

Debe escuchar lo que dicen en el colegio y la iglesia. Puede delegar su autoridad y responsabilidad en ellos y darles libertad para expresarlas. Debe respetarlos ante sus hijos como personas importantes a quien respetar, oír y obedecer.

Él, su esposa, el colegio y la iglesia forman un equipo y su meta es criar correctamente a sus hijos. La tarea es tan grande, los problemas tantos, la oposición tan fuerte que el esfuerzo y la cooperación mutuos son necesarios. Tienen que trabajar como parte de un equipo. Necesita la total cooperación de todos. Pero él es el líder y al final el único responsable .

UNA TAREA CON UNA META

Lo que Pablo quiso decir

Existen ciertas facetas del enfoque bíblico de la crianza de los hijos que están expresadas por la palabra «criadlos». En el texto griego está en voz activa, modo imperativo y tiempo presente.

VOZ ACTIVA

La voz activa indica que automáticamente los hijos no llegan a ser lo que Dios se ha propuesto que sean. También implica que no se pueden criar a sí mismos.

Hay padres que dejan que su niño se forme a sí mismo, o lo crían en un ambiente de total libertad. Otros permiten que el niño haga sus propias elecciones, o lo que quiere, o se exprese libremente. Las Escrituras afirman que el resultado de dichas decisiones será vergonzoso. Dios jamás quiso que los niños se formasen a sí mismos. Les dio padres que deben ocuparse activamente en lograr que los hijos lleguen a ser lo que Dios desea que sean.

MODO IMPERATIVO

Además de estar en voz activa, el verbo está en modo imperativo. A veces cuando no sabemos qué hacer buscamos el consejo de otros. En ocasiones respondemos: «No le voy a decir lo que tiene que hacer pero si fuera yo, haría…». En otras palabras, la persona nos ha aconsejado como amigo y podemos o no seguir tal consejo.

Pues bien, lo que Dios dice en Efesios 6.4 no es un consejo o una sugerencia, es un mandamiento. Es la única opción válida para nosotros como cristianos. Es la única forma que podemos criar a nuestros hijos.

TIEMPO PRESENTE

Además de lo anterior el verbo está en tiempo presente. En ocasiones quizá ha pensado: «Yo sé que el Señor dice que los hijos son herencia suya», pero en este momento no me parece que son así. Es un gozo tener hijos, ¿pero no sería lindo tomarnos unas vacaciones lejos de la responsabilidad? ¿Tomar un mes o dos de descanso y dejar que los hijos se ocupen de formarse ellos mismos, que se corrijan y se provean lo que necesiten?

Pero Dios dice: «No. No puedes hacer eso. Mientras los hijos estén en tu casa debes criarlos constantemente, persistentemente. No es una tarea que harás en un día o un mes ni en un año o diez. Es un trabajo que tomará tiempo y esfuerzo constante. Es una tarea presente, no pasada ni futura. No es un trabajo que finalizó ayer, ni tampoco uno que se puede dejar para mañana. Mientras los hijos estén bajo tu cuidado, todos los días tendrás que cuidarlos».

No es que los padres deban reprimir a sus hijos y no darles libertad. La represión es tan peligrosa y desastrosa como el libertinaje. Promueve hostilidad, inseguridad, ansiedad, resentimiento, excesiva dependencia, inestabilidad emocional, actitudes de inferioridad, y falta de decisión. Tampoco espere que el hijo sea perfecto. Debe permitírsele cometer errores y fallar sin darle la impresión de que ha sido rechazado o que carece de valor. Sin embargo, sus defectos y fallas serias no pueden ignorarse totalmente. En forma correcta y en el momento oportuno se le debe corregir y ayudar a mejorar.

Lo que Pablo no quiso decir

Ahora bien, toda esta información útil y desafiante se encuentra en la palabra «criadlos», pero nos enseña mucho más.

Notemos que Dios no dice: «reprimidlos, dominadlos, refrenadlos o retenedlos», sino dice: «criadlos». Debemos criar a nuestros hijos para que conozcan y confíen en Jesucristo. Pero más que esto, dice que los criaremos para que sean verdaderos discípulos de Jesucristo.

Nuestra meta es llevar a nuestros hijos al punto en que son disciplinados en el camino del Señor de modo que sus actitudes y patrones y estilo de vida comiencen a reflejar la imagen de Cristo. Debemos formarlos de modo que sus pensamientos, actitudes y acciones comiencen a reflejar y a manifestar semejanza al estilo de vida del cristiano descrito en la Biblia. Que tengan éxito en sus empleos, que sean buenos atletas o músicos, que sean buenos mozos o tengan belleza física, que obtengan excelentes calificaciones en sus estudios, son aspectos de poca importancia en comparación con llegar a ser cristianos maduros, santos y piadosos.

Para llegar a ser cristianos maduros se requerirá la obra de Dios. Solo Él salva y santifica, sin embargo, utiliza a hombres y medios. Como padres debemos procurar guiar a nuestros hijos a Jesucristo para su salvación, pero este no es el fin del camino. Es sólo el comienzo. El destino hacia el cual vamos con nuestros hijos es nada menos que la madurez en Cristo. Debemos procurar formar a nuestros hijos no sólo para que conozcan la verdad sino que la cumplan; no sólo que conozcan lo que es correcto sino que lo pongan en práctica. Debemos procurar criar a nuestros hijos para que sus vidas honren a Dios, para que sean la luz del mundo y la sal de la tierra, para que ejerzan una influencia positiva, vencedora, y transformadora en este mundo.

En la gran comisión Jesús dijo: «Id, y haced discípulos a todas las nacionesenseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado» (Mt 28.1920). Observe que no dice solamente: «Id, y solicitad decisiones». Él dijo: «Id, y haced discípulos» Dijo: «Enseñándoles que guarden (obedezcan, practiquen) todas las cosas que os he mandado». El conocimiento de los hechos es esencial. Él quiere no sólo que conozcamos la verdad sino que la obedezcamos, la practiquemos y seamos conformados por ella, y que nos transforme. Entonces, nuestra meta como padres debe ser criar a nuestros hijos para que obedezcan la verdad, a través del ejemplo.

La palabra «criadlos» indica que debemos procurar preparar a nuestros hijos para dejar el nido y volar exitosamente solos. Nuestra meta debe ser conducir a nuestros hijos al punto en que puedan tomar decisiones inteligentes y bíblicas por sí mismos y que no dependan de nosotros para su guía; debe ser lograr una separación amistosa e independiente, no una dependencia forzada y servil y el apego a nosotros. Nuestro blanco debe ser ver que nuestros hijos lleguen a depender primordialmente de Cristo y de su Palabra, en segundo lugar sobre sus respectivas parejas y sólo en forma casual de nosotros. ¿Es esta la meta que tienen para sus hijos?

UNA ESTRATEGIA COMPUESTA

Nuestra meta como padres es ver a nuestros hijos seriamente dependiendo de Cristo y su Palabra, para la cual debemos esforzarnos pero ¿cómo la llevaremos a cabo? En Efesios 6.4 encontramos una triple respuesta a esta pregunta. Una parte está formulada en forma negativa cuando Dios nos dice lo que debemos evitar en la crianza de nuestros hijos. Las otras dos partes están presentadas en forma positiva donde Dios nos dice lo que sí debemos hacer.

Primera estrategia: No provocarlos a ira

En cuanto a lo negativo, Dios dice que debemos evitar provocar a nuestros hijos a ira. Aquí habrá que explicar el significado de las palabras «provocar» e «ira». No provocar la ira de nuestros hijos no significa que jamás haremos actos que podrían molestar, desagradar o hacer que se enojen. No significa que nunca debemos negarles cosas o dejar de darles algo que desean ansiosamente.

Significa que nunca debemos tratarlos de tal modo que sus pasiones sean innecesariamente excitadas, que no debemos tratarlos de manera que sean incitados a un estilo de vida iracundo y lleguen a ser hombres y mujeres irascibles. La Biblia al Día dice: «Y en cuanto a ustedes, padres, no estén siempre regañando y castigando a sus hijos, con lo cual pueden provocar en ellos ira y resentimientos». Lo que debemos evitar es exasperar a nuestros hijos al punto de producir en ellos un resentimiento profundo y duradero.

Colosenses 3:21 en la Nueva Biblia Española dice: «Padres, no exasperen a sus hijos, para que no se depriman», y la versión Dios Habla Hoy: «para que no se desanimen». En el griego la palabra que se traduce «depriman», «desanimen», o «vuelvan infelices» significa: «dejar de soplar el viento sobre las velas de un barco». Dios está diciendo: «No formen a sus hijos de tal modo que les quiten toda fuerza o iniciativa. No los críen de tal manera que se tornen totalmente frustrados, decaídos, amargados, hostiles, holgazanes, pesimistas, negativos, temerosos, miedosos, inseguros, rebeldes, resentidos, impíos y descarriados».

«Por todos los medios», dice Dios, «eviten provocar a sus hijos a la ira». ¿Pero cómo podremos obedecer este mandato?

¿Cómo evitamos irritar a nuestros hijos a la ira? Para evitar provocar a ira a nuestros hijos considere lo siguiente:

Tenga expectativas reales acerca de ellos.

Repréndalos o corríjalos en el modo adecuado. Si usted se equivoca pida perdón.

Practique lo que predica.

Debemos impregnar las mentes de nuestros hijos con valores y normas correctas por medio de preceptos y del ejemplo personal. Nuestra sociedad ha hecho ídolos del poder, la fuerza, la belleza, la riqueza, la inteligencia y la capacidad atlética. Esto es lo que la gente valora. En nuestra sociedad, una persona exitosa es alguien que posee por lo menos una de estas virtudes. Según la Biblia, esta forma de medir el valor y el éxito no es correcto porque Dios no valora esto. Por tanto, debemos esforzarnos por inculcarles a nuestros hijos el hecho de que no los valoramos en base a estas cualidades externas y superficiales. El niño que no es tan inteligente o bien parecido, o no tan buen atleta debe saber que le ama y valora tanto como aquel que posee estas cualidades.

Busque tener buenos momentos con sus hijos.

Comuníqueles libremente amor y aprecio. Hágase el hábito de manifestar su amor y aprecio por sus hijos en forma tangible: con un abrazo, un beso, una palmada en la espalda, con palabras, por notas escritas, con un regalo, al jugar con ellos, al escucharles, y al respetar sus opiniones.

Permítales falla y cometer errores sin que ello les haga sentir que no serán aceptados.

Debemos hacerles conocer las expectativas, reglas y reglamentos. Debemos reconocer nuestros errores, pedirles perdón cuando les hemos fallado, y procurar una reconciliación.

Debemos facilitarles el acercamiento cuando tengan problemas, dificultades y preocupaciones. Aprenda a escuchar cuando deseen hablar. En lo posible esté a su disposición.

Efesios 6.4 dice que la meta de los padres debe ser criar a sus hijos en el Señor. También indica que para hacer esto debemos evitar provocarlos a ira. Esa es la primera parte de la estrategia de Dios para una crianza eficaz de los hijos.

Segunda estrategia: En disciplina

La segunda parte de la estrategia de Dios se encuentra en las palabras «en disciplina y amonestación del Señor». La palabra griega traducida como «disciplina» significa «inculcar en la mente». Para criar a sus hijos Los padres deben inculcar algo en sus mentes. ¿Qué es lo que deben inculcar? La instrucción, el consejo o la amonestación del Señor.

El niño «debe ser alcanzado en su corazón con la Palabra de Dios. El mensaje de Dios debe llegar en primer lugar al corazón de nuestros hijos, llevándolos al arrepentimiento y a la fe. Los padres deben guiarlos al arrepentimiento, a la convicción de pecado, al Salvador. Y luego deben continuar mostrándoles lo que Él desea y motivarles»

En la Biblia Dios da instrucción y principios para guiarnos en todas las áreas de la vida. Dios da principios para ayudarnos a relacionar con otras personas, a controlar y utilizar nuestras emociones, a utilizar el tiempo y dinero, a enfrentar y resolver problemas. Ayuda a tomar decisiones, vencer a la ira pecaminosa y el resentimiento, a tener un buen matrimonio, a hacer amigos, y cómo responder cuando somos maltratados. Nos provee las herramientas para saber cómo trabajar, cómo llegar a ser comunicadores eficaces, cómo vestirnos, cómo ser buenos padres, cómo establecer valores y normas correctas, cómo orar, cómo estudiar la Biblia y mucho más. La Biblia es el libro más práctico del mundo, y es nuestro privilegio y responsabilidad criar a nuestros hijos inculcando en sus mentes estas verdades.

Con esto no quiero decir que nosotros debamos dar toda la enseñanza. Podemos y debemos utilizar todos los recursos de la iglesia y aun recurrir a hermanos cristianos para que nos ayuden en esta tarea; poner en las manos de nuestros hijos buena literatura cristiana: enviarlos a una escuela cristiana donde la enseñanza bíblica sea diariamente impartida.

Pero aunque utilicemos todos estos recursos debemos comprender que, en última instancia, la responsabilidad de criar a nuestros hijos para que conozcan las Escrituras y establezcan sus valores, no es de la iglesia o la escuela. Es nuestra como padres y recae especialmente sobre el padre como cabeza del hogar.

El medio que utiliza Dios para salvar a las personas y transformarlas a la semejanza de Jesucristo (madurar) es la amonestación e instrucción en la Palabra de Dios. Por lo tanto, si como padres honestamente deseamos criar a nuestros hijos, guiándolos hacia la madurez espiritual, debemos vigilar que la verdad de la Palabra de Dios sea inculcada en sus mentes. Debemos procurar darles una buena educación académica, pero es más importante instruirlos en el consejo y amonestación de Dios. Debemos instruirlos por medio de la enseñanza formal e informal, por preceptos, principios, e ilustraciones, pero en especial por nuestro ejemplo práctico, consecuente, piadoso.

Tercera estrategia: En amonestación

Una tercera parte en la estrategia en la crianza de los hijos se encuentra en las palabras «en la amonestación del Señor». Contrariamente a lo que muchos piensan los hijos no son angelitos. No hacen lo correcto por naturaleza, ni se impacientan por escoger lo bueno y santo. Dios dice que necesitamos disciplinarlos para ayudarlos a escoger correctamente y aprendan a hacer lo bueno y vivir rectamente. La disciplina se refiere a la enseñanza obligada, o con estructura, enseñanza que se grabe en sus mentes.

Dios dice: «Si quieren que sus hijos crezcan bien, tendrán que lograr que obedezcan. En ocasiones se opondrán a las cosas que son para su bien y tendrán que utilizar disciplina para motivarlos a hacer lo correcto». Hay sólo una clase de disciplina que debemos utilizar en la crianza de nuestros hijos: «la disciplina del Señor», la que se manda en Proverbios, la que Dios utiliza para con sus hijos.

A continuación una lista de algunos principios que están involucrados en el ejercicio de la disciplina según Dios:

Los límites y normas deben ser claros, bien establecidos y anunciados. (Pr 29.15; Ex 20.117).

No deben ser demasiados y deben ser claramente comprendidos. (Ex 20.117; Mt 22.3440).

Las normas deben ser cumplibles, no movibles y consecuentes. Deberán poder ser impuestas. No las bases en trivialidades ni deben ser arbitrarias. Explique el motivo de ellas (Ef 6.12).

Procure establecer sus normas y reglamentos sobre principios bíblicos. Recuerde que son para el bien de sus hijos, ellos necesitan límites para alcanzar seguridad y aprender a distinguir entre lo bueno y lo malo.

Toda vez que sea posible, díganles no sólo lo que esperan de ellos sino demuéstrenselo.

Cuando se violan las normas, administren el castigo necesario.

Dios no siempre nos disciplina de la misma forma. Acomoda la disciplina a nuestra necesidad. El castigo debe administrarse con instrucción y previo acuerdo de los padres. Los hijos deben saber que sus padres están de acuerdo. Si sienten que uno de los padres es «blando» y que el otro es «estricto» los resultados pueden ser desastrosos.

La disciplina debe administrarse en forma consecuente. No debemos castigar a los hijos por algo en una ocasión e ignorarlo cuando hacen lo mismo en otra circunstancia, no habrá crecimiento ni corrección a menos que sea consecuente.

Si una acción es considerada errónea una vez, lo será también, la segunda, la tercera y aun la décima vez, a no ser, por supuesto, que usted comprenda que su norma estaba equivocada.

El castigo debe administrarse con la suficiente fuerza como para desalentarlos a desobedecer nuevamente. La disciplina debe ser lo suficientemente severa como para recordarla pero no tanto como para dañar a los hijos (Pr 23.1314).

La disciplina debe administrarse con un corazón de amor (Pr 13.24; 1 Co 16.14; Ap 3.19). A propósito, el amor y la ira no necesariamente son opuestos (Ef 4.26, 32). La ira pecaminosa, descontrolada y el amor en sí son incompatibles (Ef

4.3132; 1 Co 13.4). Sin embargo, la ira controlada y el amor genuino pueden morar en el mismo corazón al mismo tiempo

y estar dirigidos hacia la misma persona. Es legítimo enojarnos con nuestros hijos por desobediencia genuina. Al mismo tiempo, no debemos expresar ese enojo en maneras pecaminosas (con gritos, alaridos, con rencor, irritabilidad, etc.) sino siempre en forma cariñosa por el bien de nuestros hijos.

CONCLUSIONES

Padres:

Lo principal es que críen a sus hijos de acuerdo al plan de Dios. El no hacerlo constituye una desobediencia a su Dios. En segundo lugar, deben adoptar este plan porque será para el bien de toda la familia: padres e hijos. Tercero, deben adoptar este plan porque así sus hijos ya no serán un obstáculo entre padres, sino un lazo que los unirá más.

El asistir o no a una iglesia no garantiza la salvación de su hijo, de cualquier manera, la responsabilidad final de ello depende, y es una responsabilidad primaria de los padres. No tiene excusas pensando en que los tiempos pasados fueron mejores, no es así. La crianza de sus hijos es responsabilidad suya y no puede delegarla.

Debe predicar con el ejemplo y ser el modelo que ellos quieran seguir, debe sembrar y cultivar la semilla en sus corazones

y entender que los caminos de Dios no son los del mundo. Padre usted es el sacerdote de su casa.

Ore por ellos todo el tiempo pidiendo protección y guía del Señor para sus vidas, ore para que sean personas exitosas desde la óptica del mundo: económica, profesional y socialmente. Pero sobre todas las cosas pida para que sean hombres y mujeres temerosas de Dios.

Jóvenes:

La responsabilidad principal por la vida recae en cada uno, no pueden culpar a otros por lo que suceda con ella, recuerden que todo lo que se hace o deja de hacerse trae consecuencias. Es fácil tratar de buscar culpables, pero al margen de encontrarlos, en apariencia, quienes vivirán el resultado de las cosas, serán ustedes.

El padre y la madre, por más que se esfuercen, no podrán garantizar su salvación, ella depende de ustedes. Ustedes deciden a quién seguir y qué hacer.

Deuteronomio 11:26 – 28: “He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición: la bendición, si oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, que yo os prescribo hoy, y la maldición, si no oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, y os apartareis del camino que yo os ordeno hoy, para ir en pos de dioses ajenos que no habéis conocido.”

Isa 55:8 – 9: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”.

Esas palabras no pueden ser más claras. Sepan elegir su camino, busquen a Dios y caminen de la mano de sus padres, acudan a ellos en busca de consejo sabio, hónrenlos y tendrán bendición. El mejor lugar para acudir en busca de ayuda, después de Dios, son sus padres.

No malentiendan los límites, normas y disciplina. Ayudan a forjar mejores personas. No crean que sus padres por ser mayores son cuadrados, pasados de moda o ridículos porque les aconsejan o restringen en algunas cosas. Algo han vivido y saben lo mejor para ustedes. Establezcan una buena comunicación basada en la confianza y el respeto mutuo.

En el universo existen sólo dos personas: usted y Dios. Dios ha establecido reglas específicas para vivir y Dios no se equivoca. Al desobedecerlo y apartarse de Él. Adivine, ¿Quién se equivoca?



conferencia del sábado 25 de Julio de 2009

LA JUVENTUD Y EL EVANGELIO.

Expositor: Ing. José Rousselin

NO FALTES, SERÁS BIENVENIDO!!

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CENA CONFERENCIA: EN EL MES DE AGOSTO

DE INTERÉS PARA TODA LA FAMILIA.


PRÓXIMA CONFERENCIA MAGISTRAL QUE SERÁ IMPARTIDA POR EL ING. JOSÉ ROUSSELIN, CUYO TÍTULO ES

"LA VIDA EN PAREJA"

SE DESCRIBEN LAS DIFERENTES ETAPAS DEL MATRIMONIO Y COMO SOBRE LLEVARLAS A LA LUZ DE LA PALABRA DE DIOS

FECHA:
14/08/2009

LUGAR: SALA DE TE Y RECEPCIONES
LA CHANDELLE
SITUADA EN EL PASEO GENERAL ESCALÓN

CENA CONFERENCIA PARTICIPACION: $ 8.00 POR PERSONA


VENGA SOLO O EN PAREJA, ESTÁN CORDIALMENTE INVITADOS.

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