martes, 4 de agosto de 2009

OPTIMISMO Y PESIMISMO.


Expositor: Dr. Jorge Martínez Menéndez
San Salvador, 20 de junio de 2,009.


Según el diccionario de la Real Academia Española el optimismo consiste en ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable.

Optimismo proviene del latín optimum (“lo mejor”). El francés Voltaire fue el encargado de popularizar la palabra, al incluirla como subtítulo de su cuento “Cándido” en 1759.

El optimismo es lo opuesto al pesimismo (del latín pessimum, que significa “lo peor”), que sostiene que vivimos en el peor de los mundos posibles.

El optimismo es la tendencia a esperar que el futuro sea favorable; ayuda a enfrentar las dificultades con buen ánimo y perseverancia. Una persona optimista logra rescatar lo positivo de cada circunstancia o personas.

Por lo general, las personas optimistas tienen mejor humor, son más perseverantes y gozan de un mejor estado de salud que las pesimistas. Por eso, los optimistas tienden a salir fortalecidos de las situaciones traumáticas y estresantes.

Puede decirse que el optimismo contribuye a alcanzar el éxito, ya que supone una actitud permanente de volver a comenzar ante las dificultades y de analizar las situaciones para comprender mejor su naturaleza y tomar lo positivo. El cristiano por fe debe ser optimista.

Hebreos 11:1: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”

El optimista es exitoso, saludable y feliz. El pesimista todo lo contrario. Veamos a continuación ejemplos de la forma en que éstos reaccionan:

• El optimista dice: "déjame hacerlo a mí." El pesimista dice: "eso no es mi trabajo."

• El optimista dice: "puede ser muy difícil pero es posible." El pesimista dice: "puede ser posible, pero es muy difícil."

• Optimista es el que nos mira a los ojos, pesimista es el que nos mira a los pies.

• El optimista es una parte de la respuesta. El pesimista es siempre una parte del problema.

• El optimista tiene siempre un proyecto. El pesimista siempre tiene una excusa.

• El optimista ve siempre la luz en la oscuridad. El pesimista siempre ve oscuridad en medio de la luz.

• El pesimismo siempre conduce a la debilidad; el optimismo al poder.

¿SE PUEDE APRENDER EL OPTIMISMO?

Si pesimismo es juzgar las cosas en sus aspectos más desfavorables y esperar siempre lo peor,

optimismo es juzgarlas desde su aspecto favorable y esperar lo mejor en el futuro.

Depende en gran parte de componentes que heredamos, pero eso no significa que no se pueda aprender. Martin Seligman, fundador de la Psicología Positiva, nos decía que todo el mundo es capaz de aprender optimismo y mejorar con ello sus vidas.

Es posible que las malas experiencias nos hayan llevado a ser pesimistas, entonces es necesario tomar conciencia que somos pesimistas y luchar para superarlo. Los pensamientos pesimistas y derrotistas nos anclan y el optimismo nos da velas para poder navegar. Es importante aumentar nuestra autoestima y fijarnos en nuestros esfuerzos más que en nuestros logros.

El cristiano al nacer de nuevo recibe el Espíritu Santo que es espíritu de poder y de dominio propio, es una nueva criatura y también recibe el don de la fe. Por tanto, ser cristiano significa ser optimista, es tener ojos espirituales y ver lo precioso en medio de lo vil.

El optimismo nos ayuda a ser perseverantes, el optimista es entusiasta y positivo pero con los pies en la tierra. “El optimista tiene siempre un proyecto, el pesimista una excusa”.

¿OPTIMISTA O PESIMISTA?

El que seamos optimistas o pesimistas, determina significativamente nuestra actitud ante la vida.

Una persona es optimista o pesimista en función de tres factores:

1. El modo en que INTERPRETA su pasado.

2ª Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”

2. El modo en que VIVE su presente.

Filipenses 4:13: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”

3. El modo en que IMAGINA su futuro.

3ª Juan 1:2: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que

tengas salud, así como prospera tu alma.”

Jeremías 33:3: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y

ocultas que tú no conoces.”

Mateo 7:7 – 8: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.

Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

La clave que marca toda la diferencia es el modo de: a) INTERPRETAR, b) de VIVIR y c) de IMAGINAR.

¿Qué es el optimismo? Es la sana creencia de pensar que las cosas que han sucedido en nuestro pasado ‐independientemente de que hayan sido buenas, malas o regulares‐, han sido positivas para nosotros. La persona optimista INTERPRETA su pasado de manera positiva a pesar de haber experimentado dificultades. Entiende esas dificultades como oportunidades de crecer y hacerse más fuerte.

3 Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a

bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”

La persona optimista VIVE el presente enfocándose en todo lo positivo que hay en su vida. Decide conscientemente fijar su atención en lo que está bien.

Mateo 6:34: “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.”

Y sobre todo, la persona optimista IMAGINA un futuro positivo. Piensa que las cosas van a salir bien. Se levanta cada día creando una expectativa positiva, anticipando en su imaginación un desenlace positivo para las cosas que emprenderá.

Lamentaciones 3:22 – 23: “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.” ¿Conoces a algún pesimista que sea feliz?

La respuesta está clara. La auténtica felicidad solo aparece cuando enfrentamos la vida desde una actitud de pleno optimismo, con Cristo en nuestro corazón.

MÁS QUE VENCEDORES

Romanos 8:28 – 37

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.

¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?

El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.

¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.

¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?

Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero.

Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.